4 de diciembre de 2011

Un candado en un puente.


En él, nombres, fechas y declaraciones.
Atrás quedaron los tiempos en que los troncos de los árboles y las paredes eran guardianes de las promesas de los enamorados. En el siglo XXI, nada mejor que una llave para guardarlas. 
La idea surgió entre los jóvenes italianos inspirada por el libro "Tengo ganas de ti", obra con la que el escritor Federico Moccia daba continuación a su novela "Tres metros sobre el cielo".
En la segunda parte, los protagonistas sellan su amor colgando un candado en el puente Milvio de Roma y después arrojan la llave al Tíber. De este modo, dice la historia, los enamorados no se separarán nunca.
El propio Moccia colocó el primer candado del amor en el puente romano y pronto miles de italianos siguieron su ejemplo. El fenómeno fue tal que el peso de los cerrojos comenzó a poner en peligro la estructura del histórico puente. Fue entonces cuando el alcalde tuvo que tomar cartas en el asunto y colocar en él unas columnas de acero para que los enamorados las utilizaran sin dañar con ello la pasarela romana.
Y desde Roma, la costumbre se ha extendido a otros lugares, como Barcelona, Sevilla o Bilbao.
Pero también en éstas ciudades la práctica ocasionó quebraderos de cabeza al Ayuntamiento, por lo que al final todos los candados fueron retirados.
Aun son unos pocos los candados que penden de las barandillas.
Aun son unos pocos que desafían las reglas y sellan su amor en un candado.

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