7 de diciembre de 2011

Dani Rovira - Traumas infantiles


Yo me acuerdo, hace siete u ocho años, que fue cuando subí por primera vez a Madrid, vine con mi hermano. Claro, imagínate, dos chavales de Málaga, que veníamos aquí a la gran capital, íbamos por la calle, pues impresionados! En plan; Mira mira mira, mira mira mira...
Allí faltaba la hipotenusa, porque los dos catetos ya estábamos.

Secondhand Serenade - It's not over


But now it's over, it's over, 
why is it over?

Fotografías, momentos detenidos para siempre


Hace unos días hicieron una encuesta a cien internautas para que votasen que tres fotografías consideraban las más importantes de la historia.
La primera escogida era una instantánea de la bomba atómica lanzada sobre Nagasaki; la segunda, el hombre pisando por primera vez la Luna, pero la tercera fue la que más me gustó, mostraba a dos enamorados besándose mientras el mundo gira a su alrededor, me gusta saber que entre las tres fotos más importantes de la historia están dos enamorados, congelados en un beso interminable, refugiados contra el olvido, quizás es eso lo que sentimos cuando vemos fotografías antiguas, que por ellas no pasa el tiempo, como esos mosquitos atrapados en ámbar durante millones de años, el mundo sigue adelante pero ellos se quedan allí atrapados para siempre, sin cambiar, como las fotos guardadas en una caja de zapatos… instantáneas de otro tiempo, que nunca volverá.

Una vez le preguntaron a Lewis Hine, un fotógrafo de guerra, por qué había elegido esa profesión. Él contestó que si pudiese contar con palabras todo lo que veía, no necesitaría cargar todo el día con una cámara de fotos, que ciertos momentos de belleza, de desolación, de horror y de heroísmo estaban mas allá de las palabras. Yo también lo creo. Hay cosas que no podemos explicar con simples palabras. Cosas como seguir vivos, sentimientos como el amor y el compromiso, o sensaciones como volver a abrazar a un amigo. Quizá por eso nuestra vida se compone de imágenes, momentos congelados en el tiempo para siempre, de decisiones que cambian sin remedio el rumbo de las cosas, de fotografías fijas guardadas en la memoria, que nos recuerdan cada segundo, lo hermoso que es vivir.
S

6 de diciembre de 2011

The Rolling Stones - Satisfaction


I can't get no satisfaction,
I can't get no satisfaction.
'Cause I try and I try and I try and I try.
I can't get no, I can't get no.

When I'm drivin' in my car
and that man comes on the radio
and he's tellin' me more and more
about some useless information
supposed to fire my imagination.
I can't get no, oh no no no.
Hey hey hey, that's what I say.

I can't get no satisfaction,
I can't get no satisfaction.
'Cause I try and I try and I try and I try.
I can't get no, I can't get no.

When I'm watchin' my TV
and that man comes on to tell me
how white my shirts can be.
Well he can't be a man 'cause he doesn't smoke
the same cigarrettes as me.
I can't get no, oh no no no.
Hey hey hey, that's what I say.

I can't get no satisfaction,
I can't get no girl with action.
'Cause I try and I try and I try and I try.
I can't get no, I can't get no.

When I'm ridin' round the world
and I'm doin' this and I'm signing that
and I'm tryin' to make some girl
who tells me baby better come back later next week
'cause you see I'm on losing streak.
I can't get no, oh no no no.
Hey hey hey, that's what I say.

I can't get no, I can't get no,
I can't get no satisfaction,
no satisfaction, no satisfaction, no satisfaction.

Improbable, no imposible


La Real Academia define la palabra "imposible" como algo que no tiene facultad ni medios para llegar a ser, o suceder. Y define "improbable" como algo inverosímil, que no se funda en una razón prudente.
El amor, las relaciones, los sentimientos, no se fundan en una razón prudente, por eso no me gusta hablar de amores imposibles, sino de amores improbables. Porque lo improbable es, por definición, probable. Lo que es casi seguro que no pase, es que puede pasar. Mientras haya una posibilidad, media posibilidad entre mil millones de que pase, vale la pena intentarlo.
A

Hoy es el primer día del resto de mi vida


Hay cosas que uno no puede hacer solo; discutir, subirse y sujetar una escalera a la vez, o doblar una sábana de esas de cama de matrimonio. Yo toda mi vida he pensado, que lo ideal era vivir en pareja, por muy extraña que fuera la pareja. De hecho hay parejas que acaban convirtiéndose en tríos, parejas que se van quedando sin pareja por que no se puede evitar el miedo a no estar a la altura. Hay parejas que son imposibles por definición, por historia y por física, aunque no por química. O parejas en las que la química se ha ido gastando aunque sigan compartiendo una familia.
Familias donde, en algún momento, hubo una pareja. Parejas que fueron en algún momento, y ya no son nada. Y eso es lo que mas miedo da en la vida, cuando la pareja se rompe, sea por lo que sea, la primera sensación que se tiene es de pánico, un miedo atroz al cambio, a la pérdida de control sobre nuestras vidas, un miedo atroz a estar solo, pero cuando se llega a esa soledad, uno se da cuenta de que la ruptura puede llevarnos a un lugar mejor.
Hoy es el primer día del resto de mi vida, por que desde hoy, creo que lo mas importante en esta vida es saber volar solo.
M

Dani Rovira - Mi familia y yo




Segundo tupperware: lentejas. Vosotros direis bueno... ¿y qué?
¡¿Cómo que "bueno... ¿y que?"?!
Málaga, agosto, la playa, tres y media de la tarde... ¡Lentejas! ¬¬

Amigos


En la vida no eliges ni a tu padre, ni a tu madre, ni a tus hermanos, no eliges el pais donde naces, tu nombre ni el color de tus ojos, pero hay una cosa que eliges tu solo, a tus amigos.
Yo, me he coronado eligiendo a los míos.

Besos


He leído que cuando nos reímos utilizamos 15 músculos de la cara. Aunque no nos demos cuenta quince músculos se mueven a la vez. El mismo artículo decía que cuando gritamos usamos 13 músculos; y cuando andamos en bicicleta, 9. Al parecer cuando besamos a alguien es cuando más músculos se mueven: 34 músculos.
El artículo no lo decía pero existen muchas clases de besos: besos de pasión, besos de amistad, besos que no dicen nada y otros que lo dicen todo. Quizás por eso un beso signifique tantas cosas porque después de darlo no es necesario hablar, está dicho todo.

El cretino de la curva

Ayer por la tarde estuviste a punto de matarme. Cabrón. Un descuido trágico puede tenerlo cualquiera, por supuesto. Pero ése no fue tu caso. Tomaba tranquilamente una curva cerca de mi casa, a poca distancia del puente de piedra y el bar de Marcelino, y apareciste de frente con tu Seat Ibiza negro -creí ver que estaba tuneado, pero no me dio tiempo a confirmarlo-, a más de cien kilómetros por hora en un lugar señalizado para sesenta. Ignoro el motivo de que pisaras la continua. Quizá la música que tal vez llevabas a toda pastilla te ponía caliente, haciéndote perder el sentido de la realidad de las cosas.
Quizá atendías por el teléfono móvil una llamada de tu churri, o estabas presionando el encendedor del coche para encender un pitillo. Puede ser, también, que la velocidad excesiva te hiciera perder un instante el control en la curva; aunque imagino que, tal como eres, esto último no lo admitirías nunca. Igual que tus coleguis y todas tus perras castas, tonto de mierda, te consideras un virtuoso del volante y rey indiscutible de esas carreteras por las que siempre circulas por encima del límite, pegado al guardabarros del coche inmediato y adelantando por la derecha.
El caso es que ayer por la tarde, figura del asfalto, pasaste más de un metro la continua y me viniste encima por el morro. Te encontré de pronto delante, tan cerca que tuve ocasión de ver tu careto: unos treinta años, cara de cenutrio bajuno, pelo muy corto y flequillo engominado en forma de cresta. Para resumir, uno de esos pavos que tecleas en Google las palabras macarra, bajuno y poligonero, y salen tu foto de carnet y la de la madre que te parió. Te asustaste, confiésalo, porque pegaste un volantazo mientras chirriaban tus neumáticos; y entre eso y mi desesperada maniobra para eludirte hubo tiempo de que volvieses a tu carril, pasando a dos metros de mi faro izquierdo.
Te fuiste de rositas, supongo que a la misma velocidad, en busca de otro a quien endiñársela. Dejándome con una doble frustración, fruto del primer impulso: no tener veinte años y la seguridad necesaria para dar la vuelta al coche y perseguirte hasta la primera gasolinera, y no llevar en el maletero una escopeta con plomos del doce. Ahora, en frío, me alegro de que no se diera ninguna de esas circunstancias; pero el reconcome de la frustración sigue dándome retortijones en la memoria. Por eso te dedico esta página.
A ver si te lo explico clarito, tonto del culo. Ya han estado a pique de matarme antes, varias veces. Igual se te hace raro; pero aparte el coche tuneado y la discoteca hay vidas que, si las administras y tienes suerte, dan algo de sí. Antes de que nos cruzáramos ayer por la tarde, asómbrate, me quisieron poner mirando a Triana con diversas herramientas y en varios idiomas. Fulanos negros, blancos, amarillos, cobrizos, o mitad y mitad. De todo, oyes. Te lo juro. Unos por casualidad y otros con ganas. Hasta en cierta ocasión, de jovencito, un fulano como un orangután empezó a tirarme navajazos en un puticlub de El Aaiún, y yo no tenía con qué; y si no llega a intervenir mi amigo el teniente Albaladejo rompiéndole la cara, me quedo allí listo de papeles.
Todavía trago saliva al acordarme. Pero no sólo personas, ojo. Una vez, volando entre Larnaca y Beirut -que están un poco más allá de Fuenlabrada-, pegó un rayo en el avión. No veas el acojone. Y hasta el mar, que es muy borde cuando se cabrea, lo intenta alguna vez. Imagínate: yo blasfemando, mojado hasta el ombligo y con las uñas sangrando, y él dale que te pego, viento y olas que te rilas. Pero tengo suerte, tío. Y aquí me tienes. Contándotelo.
Comprenderás, considerado eso, que habría tenido mucha guasa no palmar en Sarajevo ni en el golfo de León, por ejemplo, para que tú me dieras matarile en la curva del bar de Marcelino. Llevándome además, como última imagen, no un paisaje bonito, un cuerpo de mujer o el rostro de amigos y gente querida, sino tu estúpida cara de cretino con cresta engomada saltándose la continua. Haber visto en dos absurdos segundos mi vida -o la de cualquier ciudadano al que el azar hubiese puesto en mi lugar en ese momento- interrumpida, rota, truncada, aniquilada por un cateto irresponsable que perdía el control del volante porque iba con prisa por recoger a su Yenifer, pasado de copas o de lo otro, se creía Fernando Alonso con un Ferrari, o conducía distraído y rascándose los huevos. Así que, mira. Como soy un fulano más bien correoso, poco inclinado a poner la otra mejilla y a la compasión hacia quien no la merece, espero que no te tomes a mal, dadas las circunstancias, dos detalles personales: que me cisque en tus muertos más frescos, y que desee con toda sinceridad, ya que amas la emoción automovilística, que uno de estos días pongas el coche a doscientos cuarenta, o lo que dé de sí, y te estampes contra una pared. Chof. Tú solo, o sea. Sin implicar a nadie. Hijo de la gran puta.



Arturo Pérez-Reverte, XL Semanal 1250